jueves, 10 de mayo de 2012

La Cenicienta


Cenicienta había perdido a su madre. Pero vivía feliz con  sus amigos, los animales domésticos. Desgraciadamente, su padre se casó con una viuda que ya tenía dos hijas, y murió. Entonces, Cenicienta se convirtió en la criada de la familia. Y cuando el rey invitó a las muchachas casaderas al gran baile del palacio.¡Sólo tenia por su vestido su delantal blanco, y por joyas... su escoba!
-¡Nosotras seremos las más guapas!-aseguraban las hermanastras-.¡Será a nosotras a quien el Príncipe dé su corazón!
Pero los ratones y los pajarillos decidieron que la elegida sería Cenicienta.¡A toda prisa, con sus patas, con sus picos, le hicieron en secreto un precioso vestido!
Sin embargo, locas de la rabia al verla tan guapa, las dos terribles hermanastras, a zarpazos, a dentelladas, hicieron jirones el bonito vestido.
Entonces Cenicienta se derrumbó y lloró tanto que el hada madrina, compadecida, acudió en seguida.
Una calabaza madura, una fórmula mágica, un golpe de varita... y he aquí que apareció la más suntuosa de las carrozas y el más hermoso tiro.
-¡Oh!¡Gracias, querida madrina!-exclamó Cenicienta-.¡Y mi vestido es precioso!




-Guarda tus cumplidos-dijo el hada amablemente-, y no olvides esto: debes estar de vuelta antes de que den las doce..., porque al sonar la última campanada, la carroza encantada volverá a ser una calabaza.



En el baile real, el Principe sólo miró a Cenicienta. Fue con ella con quien bailó delante de todo el mundo...¡y no con las dos furiosas hermanastras!
-¿Qué hora es?-preguntó Cenicienta repentinamente.
-¡Las doce menos cinco; tenemos toda la noche por delante!



Pero Cenicienta, acordándose de las palabras del hada, sólo tuvo el tiempo justo para escapar. Pronto, la bonita carroza volvió a ser una calabaza...¡y el precioso vestido un harapo de criada!
-¡Te queda un zapato!-exclamaron sus amigos-.¡Un zapato de cristal!
El Príncipe encontró el otro zapato de cristal en su palacio. Inmediatamente ordenó:
-¡Que se lo prueben todas las muchachas casaderas del reino!
Pero las dos hermanastras tenían unos pies demasiados grandes:¡el zapato reventó y se rompió!


Pero el compañero estaba intacto, y cuando Cenicienta se lo puso, todo el mundo exclamó:
-¡No hay duda, es suyo! Así fue como el Príncipe reconoció a Cenicienta.


¡Y fue asi como se casó con ella! Mirad al viejo rey qué feliz parece: en menos de un año, será abuelo.¡Se frota las manos y se rie bajo sus bigotes!¿Pero quién aplaude más en esta feliz boda?¿Las dos hermanastras?...¡Claro que no!Son los...RATONES.










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